Urueña (Valladolid)
En la provincia de Valladolid, desde Urueña se contemplan hermosas vistas de la meseta castellana. Núcleo clave en la edad media como frontera entre Castilla y León.
En 1154 Doña Sancha se ocupara de proteger la Capital de la Merindad del Infantazgo de Valladolid, desde Urueña, como Villa capital, ocupándose así de su Castillo, y protegiendo éste con la construcción de una muralla. En el siglo XII la superficie que rodeaba los muros era mayor que la de las viviendas, como previsión, posible villa - refugio.
Dos puertas permitían el acceso: la del Azogue, y la Puerta de la Villa con arco apuntado. Su castillo aparece como la torre mayor de tan hermosa fortificación. En el interior de la Villa sus viviendas son humildes y sus calles preparadas para cumplir su función el paso de personas y carros. Un lugar que aún conserva en perfecto estado el recuerdo y la cultura de su pasado.
Nombre de la compañía: Mayalde
Nombre del espectáculo: N’Ca Mayalde
Público al que va dirigido: familiar
Género: Música tradicional
Bio de la compañía:
‘‘Mayalde es un grupo de música tradicional con sabor ancestral que desde hace 38 años se ha especializado en la recuperación de la música del alma. Escuchar sus conciertos es casi indescriptible, porque el mundo de las sensaciones que provocan es inabarcable. Mezclando vida y arte, Mayalde está formado por Eusebio y Pilar, de la Maya y de Aldeatejada (provincia de Salamanca), a partir de cuyos nombres han formado el del grupo. Desde hace unos 16 años se han sumado sus dos hijos, Arturo y Laura, que desde su infancia han mostrado su curiosidad por la música folk’’.
Descripción del espectáculo:
Los conciertos de Mayalde son difíciles de explicar, porque el mundo de las sensaciones no se puede meter en unas líneas. Se sabe cómo empiezan pero difícilmente se puede prever cómo van a acabar. Puede parecer mentira que a estas alturas los sonidos más viejos, más sagrados, más cotidianos y rurales sean capaces de transportarnos a la cocina que nos vio crecer, al río que presenció nuestras primeras desnudeces, al caballo con quien compartimos las soledades infantiles, a las noches de lobos, ranas y gamusinos, a la fragua en la que aprendimos inconscientemente las primeras lecciones musicales.